miércoles, 31 de agosto de 2011

Los vapores

Toñi, la peluquera, peina a la abuela de Lidia en su casa del pueblo. La abuela se queja porque le caen churretomes del tinte por la cara y y pide otra toalla, pero Toñi le quita importancia, dice que no hay churretón ninguno, "son los vapores". La abuela insiste y acaba por ponerse farruca, pero como es mayor y a veces se le va un poco la cabeza la Toñi se justifica con que “le ha dado el pronto, ¿verdad señora Pilar? ¿A que ya se le ha pasado? Claro, son los vapores". Dice la misma frase varias veces y luego cuenta su teoría: "Es que esto son personas mayores, hay que hablarles mucho: ¿verdad, señora Pilar? Es como a los niños, pa' que vean que les haces caso. Lo que pasa es que a los niños se les da un azote y a ellos no". Luego le pide a la abuela que cierre los ojos, que es el vaho, que estará mas tranquila. La señora Pilar le hace caso y deja de protestar, pero tiene unos buenos churretones de tinte por la cara.

lunes, 29 de agosto de 2011

¿La calle Barco?

Va sola y borracha a las tres de la mañana. Por eso silba como si estuviera en un prado verde y da patadas a una lata de cerveza sorteando a un rival imaginario. Me mira y se acerca a preguntarme por una calle que sabe perfectamente donde está.

domingo, 28 de agosto de 2011

Francesco Sabatini

En la plaza de la Independencia hay una campaña de concienciación sobre el síndrome Down. Han instalado en la acera paneles con fotografías de niños y mensajes optimistas. Primeros planos con fondo blanco y textos alegres sobre sus cualidades, el futuro, la familia.
Entre los carteles, aparece una señora con su hijo con síndrome Down. Qué casualidad. El hijo es bastante mayor, nada que ver con los de las fotos. Lleva ropa de adulto pero elegida para que mantenga cierto aire infantil, como de marinero. Enreda con una riñonera que lleva colgada al cuello. Se paran frente a un edificio y la madre le lee en voz alta la placa conmemorativa sobre no se cual arquitecto que nació y creció allí. Los cristales de las fotos les reflejan creando un curioso efecto de Mundo Down, pero ellos no hacen caso, los dejan atrás y siguen con su paseo, a la caza de otra historia.

jueves, 25 de agosto de 2011

El gintonic perfecto

Noche de verano en un restaurante pijo. Los camareros explican los platos como si fueran físicos nucleares ante el descubrimiento de una nueva fórmula. La clientela luce ese moreno, dorado, de buena calidad, que dan las cremas caras y las temporadas en la montaña. Las cenas terminan y dan paso a arquitecturas minimalistas de dulces y cócteles con pepino.
Entonces aparece por allí un señor mendigo, con todos los atributos que caracterizan a su personaje: ropa sucia que le queda grande, barba de cuatro días, piel cuarteada y mugrienta. Se sienta en una mesa libre. El camarero se acerca titubeando, mira a su alrededor: no sabe si atenderle, echarle o llamar al encargado, pero antes de que se decida el mendigo pide con toda naturalidad un gintonic. Le pregunta que qué ginebra prefiere. El mendigo no entiende a qué se refiere así que le recita una lista de marcas. "Bombay", decide satisfecho y espera a que se la traigan sin mirar a nadie. Parece que no es consciente de la curiosidad que provoca. Detrás de los ojos está viendo una imagen alegre, le brillan oscuros y vidriosos.
Le traen su ginebra en copa grande y con mucho hielo. "Ocho euros", le dice el camarero mientras le termina de servir la tónica. El hombre saca un monedero de piel viejo-viejísimo y lo vierte sobre la mesa. Cuenta las monedas una a una hasta llegar al importe en cuestión, muy orgulloso. El camarero las recoge y cuando ya se retira el mendigo le pregunta si tienen latas de cerveza para llevar. Evidentemente no. El señor se decepciona un poco pero se bebe su gintonic premium tranquilamente, sosegado, feliz, como el que celebra un trabajo bien hecho.

martes, 23 de agosto de 2011

En Loreto y Chicote

En Loreto y Chicote una prostituta negocia con un posible cliente, un chico joven. Él no está convencido y se aparta como para irse pero ella le sujeta suavemente el brazo y le dice: "eres guapo". El chico le pone algún pero y ella insiste: "tú me gustas de verdad". Entonces se da la vuelta y echa a andar muy despacio, tímida y coqueta. Él duda unos instantes y va tras ella.

lunes, 22 de agosto de 2011

La anciana a la que todo el mundo quiere

Es una anciana de piel blanquisima y arrugada, con los ojos azules y limpios, casi transparentes. Tiene la mirada un poco perdida, como de "qué iba a hacer yo ahora". Va en silla de ruedas y su hija, una mujer grande y de pelo corto, la pasea todas las mañanas y habla con ella con infinita dulzura; a veces la deja un rato aparcada en en el kiosko de la Once o en el estanco, mientras hace algún un recado al lado. La gente se acerca a saludar y hacerle cariños a la vieja: piropos, abrazos, caricias, alegría. No se trata de carantoñas como las que se dedican a los niños o a los perros, es como si la conocieran y de verdad mereciera tanta ternura. No sé si ella se entera ni qué ha hecho esa mujer para que la tengan tanta devoción, pero hoy, cuando me las he encontrado esperando el semáforo para cruzar, sin darme cuenta le he puesto la sonrisa más grande del mundo.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Verbena de la Paloma 2

Varias señoras vestidas de chulapas atienden en la barra que ha montado en la asociación castiza "el Orgullo de Madrid".Dejan de trabajar un rato para escuchar con devoción la salve a la Virgen de la Paloma. Hace mucho calor, hay bastante gente, las mayoría son muy mayores, pero la más joven (de unos 50), cuando parece que nadie la ve, se echa un hielo en canalillo para refrescarse de forma casi sacrílega.

martes, 16 de agosto de 2011

Verbena de la Paloma I

En la Verbena de la Paloma, la orquesta toca éxitos de ayer, hoy y siempre. Hay una pareja de unos 40 años. Ella está de lo más animada y quiere bailar. Se pone frente a él a menearse con alegría pero él pone un gesto casi malhumorado, taciturno, de no estoy para tonterías. Ella hace un giro alegre y despreocupado, sin separarse de él, que discretamente la mira de reojo orgulloso y hasta lascivo.