Un grupo de niños de un coro come silenciosamente el menú del día en un restaurante. Cuando están terminando, alguien del local le pregunta al hombre mayor que les acompaña si podrían cantar alguna canción y él, humilde y orgulloso a la par, pide a cambio una copa de coñac. Le sirven la copa, todo el mundo deja de trabajar, los niños cantan y la concurrencia enmudece maravillada. Después llegan los postres, pero la mayoría de los chicos dejan intacto el helado que les corresponde, para cuidar la garganta, supongo.
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