lunes, 19 de septiembre de 2011

Ligones

Un camarero que trabaja por el barrio, imita impunemente el look de Fito Fitipaldi. Está en una terraza un lunes por la mañana pidiendo güisqui con naranja natural. Empieza a hablar con unas chicas de otra mesa, son actrices, le cuentan. Llega un amigo del Fitipaldi que vuelve del baño y se une a la conversación. Sin preámbulos y sin motivo reflexionan sobre el sexo y la ternura, la vuelta a la moda de las medias de encaje y la vida en Berlín y en Ibiza. Coquetean. Ellas han ido de compras y ahora están desayunando, ellos confiesan que están de reenganche. Fitipaldi les cuenta que se quedó a puerta cerrada en el bar y tras tomarse dos piscos por ahí, ha decidido venirse a que le de el sol, porque es su día libre. Presume de la vida y glorias del camarero y les invita a tomar algo en “su” bar, que ya habrá abierto de nuevo. Sólo en este rato se ha pimplado cuatro cervezas, ellas un café. Ahora las chicas tienen un poco de miedo y asco por el tipo que han conocido tan espontáneamente. Una habla de un amigo suyo alcoholizado. El dice “lets go”. Se levantan todos para ir a “su” bar. Las chicas echan a andar delante y bromean incómodas: “a ver si te vamos a dar esquinazo”. Él les mira el culo descaradamente, sonríe a una cámara imaginaria y va detrás.

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