jueves, 8 de septiembre de 2011
El romero
Primero pasa él hablando por teléfono con tono amenazante, dice "muchas gracias por todo" y "no volverte a ver en mi puta vida". Es un chaval de unos 20 años, alto, bastante mono. A la media hora llega ella, menuda, con una larga melena con la que se tapa la cara. Él no para de repetirle, como si fuera un insulto: "venga, dímelo, dime lo que quiero oir". Ella llora.
- No puedo más.
- El qué no puedes, vamos a ver.
- ¿Qué pasa cuando una ya ha hecho todo lo que podía?
- Pues que no lo ha hecho, que no ha sido capaz, que no lo ha hecho. Así que venga, dímelo, dímelo para que me vaya a gusto.
- No aguanto más, por favor.
- ¿Aguantar? Si estás todo el puto día llorando. Qué vas a aguantar, eres tú quien me arrastras para darme el doble de dolor. ¿Para qué me llamas si luego no tienes huevos para decirlo? ¿Verdad? Si tienes huevos para llamar, dilo. No te voy a insultar, ni te voy a hacer tanto daño que dices que te hago. Dilo y punto. Y yo me voy tan tranquilito y así te olvido. Que no me va a costar tanto como yo pensaba. Dilo y no me vuelves a ver el pelo. Vamos, dilo que me vaya tranquilo.
- Te da igual todo, yo te quiero pero-
- Pero qué. Si fuera verdad segurias luchando y harías todo lo que fuera y más.
- Todo lo interpretas mal, interpretas mal eso y muchas otras cosas.
- Pues interpreto lo que veo y lo que siento. Punto pelota. No hay más. Eres tú la que siempre está de mal rollo.
- Nos estamos destrozando, solo hay dolor y dolor.
- Pues por eso, venga, dímelo, ten huevos. A mi me da igual, te lo juro, me da exactamente igual ya todo.
- No quiero más daño.
- Pues vamos, dímelo, cobarde, haz algo por una puta vez en tu vida. Ni eso eres capaz ¿verdad? Pues ya me voy yo. Pero te juro que no me vas a volver a ver en la vida. No me llames, no me sigas, nada. No quiero saber nada de ti en la puta vida ¿me oyes?
Él hace una amago de irse, ella solloza amargamente:
- Ahora parece que me odias.
- Porque todo lo que has hecho lo vas a recibir por otra parte.
- ¿Lo ves? Eres tú el que me odia.
- Si tanto te odiara ni había venido a ver que eres una mierda que no tiene ni el valor de dejarme.
Termino de podar la planta de romero, está seca y un montón de ramitas han caído a la calle. Me jode que algún día esos chicos piensen que el odio huele a romero.
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