sábado, 24 de septiembre de 2011

La señora Carmen

Espíritu Santo con Corredera Alta de San Pablo

En realidad yo no conocía a la señora Carmen, pero ahora que se ha muerto creo que la voy a echar de menos. La veía a diario, solía llevar moño y delantal. Se ponía en la esquina de Espíritu Santo con Corredera y vendía cupones para el sorteo de las cosas que había en su mesa plegable. Casi siempre eran botellas de aceite de oliva, a veces sábanas o toallas, algún electrodoméstico pequeño...
En el altar improvisado que le hicieron los vecinos del barrio había una nota en la que ponía: "Yo no te digo que toque, pero puede tocar". Seguramente eso es lo que decía siempre la señora Carmen.
Yo solo recuerdo que en el puesto tenía una bolsa de chuches para perros y cuando yo paseaba a Pablo ella le saludaba, le hacía un poco de feria y le regalaba un palito que él nunca se comía; de hecho el perro pasaba bastante del regalo, pero ella se lo daba igual. A mi me daba un poco de apuro y alguna vez pensé que, en compensación, debía comprarle algun décimo de esos suyos, pero no me atreví. Sentía que había que ser "muy del barrio de toda la vida" para pertenecer a la lotería de la señora Carmen y que no iba a saber hacerlo con naturalidad.
El caso es que ahora paso por esa esquina y será siempre la esquina de la señora Carmen. Me acordaré de las golosinas de perro y me vendrá a la cabeza una enseñanza que ella nunca me dió para que ahora yo sé: "no te digo que se las vaya a comer, pero puede comérselas".

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