En la calle Pez hay un estudio de Danza en un entresuelo. Está a pie de calle y pueden verse algunas clases desde fuera. Un chaval negro, con pinta de
hiphopero, rebusca en un contenedor de papel cercano hasta que encuentra un cartón suficientemente duro, lo pone en un bolardo frente a las ventanas y se sienta extasiado a mirar a las bailarinas. Fuera es de noche y apenas hay movimiento de gente, ellas van vestidas de blanco y giran y giran sin parar.
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