sábado, 30 de julio de 2011

Un señor en la carnicería del Rotterdam

Ilustración de Olga de Dios

Es un señor muy mayor contándole batallitas al carnicero del supermercado Rotterdam. Es flaco y arrugado, tiene la piel caída y ajada, tan curtida que parece quemada. Habla de lo que era trabajar en el campo. Tan duro, tan duro, que él conocía a uno en su pueblo que no se podía peinar solo, por los músculos en los brazos. El hombre tenía hiper desarrollados los bíceps y no alcanzaba a su propia cabeza. Por las mañanas, antes de ir a trabajar, iban su madre o su hermana a peinarle. Y lo mismo por las noches, si salía a algún sitio. El resto del cuerpo era normal, decía, pero los brazos los tenía como troncos de recoger y cargar.